La activación de puntos gatillo miofasciales (PGMs) es muy frecuente tanto en deportistas como en personas más sedentarias. Después de ejercicio demasiado intenso, posturas mantenidas o movimientos repetitivos, podemos activar puntos gatillo. Algunos pacientes te lo describen como una pelota, una cuerda o un nudo y puede formarse en cualquier músculo del cuerpo.
Un PGM se define como un punto de dolor exquisito a la presión, situado en una banda tensa dentro de un músculo esquelético (aquél que podemos contraer a voluntad).
Sin adentrarnos mucho en la fisiología de la contracción muscular, la voluntad de contraer un músculo nace del cerebro, que manda un estímulo a través de los nervios periféricos hasta el músculo en cuestión. El punto dónde nervio y músculo interaccionan se llama placa motora. La placa motora transmite el impulso nervioso al músculo, liberando una sustancia (acetilcolina) que pone en marcha la contracción. Un PGM se forma por una disfunción de la placa motora; ésta va liberando acetilcolina aún cuando no hay una orden el cerebro, de modo que el grupo de fibras musculares que dependen de dicha placa motora permanecen contraídas. Este solapamiento, además, interrumpe el riego sanguíneo de la zona, impidiendo que lleguen las sustancias necesarias para que se puedan relajar estas fibras musculares, y perpetúa esta situación. En resumen, el PGM es una entidad neuro-músculo-vacular; neuro porque se origina por una disfunción de la placa motora, músculo porque produce un solapamiento de fibras musculares, y vascular porque “estrangula” los vasos sanguíneos que pasan entremedio.
Un PGM produce dolor local a la presión e incluso puede dar dolor “a distancia”. La Dra. Janet G. Travell, la investigadora más importante en el tema de los puntos gatillo y del dolor miofascial junto con el Dr. David G. Simons, observó que cuando presionaba algunos puntos gatillo, los pacientes referían dolor en otras partes del cuerpo. Por ejemplo, un punto gatillo en el recto anterior del cuádriceps puede dar dolor en la rodilla, o un punto gatillo del infraespinoso puede ocasionar dolor en hombro y codo. A partir de la experiencia clínica con sus pacientes, la Dra. Travell dibujó un patrón de dolor referido característico para cada músculo.
Además de dolor, un PGM puede causar limitación del rango de movimiento, alteraciones en los patrones de activación musculares, cefaleas o vértigos, entre otras cosas. El conjunto de signos y síntomas causado por los PGM se denomina síndrome del dolor miofascial.
Respecto al tratamiento, existen varias técnicas conservadoras que buscan básicamente relajar y restaurar la longitud normal del músculo, y el abordaje invasivo que lo que intenta es, mediante la estimulación mecánica de la aguja de punción seca, “destruïr” el punto gatillo.
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